Una, "Una entre muchas", Astiberri, 2016.
Traducción de Santiago García.
Años 70. Yorkshire (Reino Unido). Una niña nos habla de la época en la que empezó a tener miedo. Nos habla de su experiencia como víctima del abuso sexual de un adulto: "La gente no hablaba de los adultos que utilizaban y explotaban a los niños. Había algunas vagas advertencias sobre los desconocidos y los cachorritos que no me servían de gran cosa..."
Observamos como racionaliza esta experiencia: "Pensarían que lo que me pasó haría que la intimidad me repeliese. Pero a menudo no funciona así. Los niños no racionalizan las cosas como los adultos. Les gusta recibir atención y las chicas tienen su propia curiosidad sexual (...). Pero no tienen suficiente experiencia vital para discernir las mentiras que les dicen quienes abusan de ellas para obligarlas a obedecer". "Una vez te han invadido, tus defensas ya no funcionan tan bien, y los que quieren hacerte daño siempre están alerta a eso (...). Descubrir que no estás a salvo ni siquiera en tu propio cuerpo es profundamente traumático por desgracia".
El trauma que vive no es comprendido por los adultos de su entorno: "Los niños traumatizados desarrollan un comportamiento que los adultos que les rodean perciben como inapropiado, de modo que llegan los castigos y una mayor marginalización".
El relato de esta experiencia traumática personal tiene como telón de fondo las noticias que nos hablan del asesinato de varias mujeres en su ciudad. La policía y la prensa comenzaron a hablar de un asesino en serie de prostitutas, que llamaron el "Destripador de Yorkshire". A finales de 1980, ya había reivindicado el asesinato de trece víctimas, incluidas -según la policía- seis mujeres "inocentes" (como si las demás víctimas no merecieran ese adjetivo, como si su estilo de vida las hiciera ya culpables). Las vidas complicadas de algunas de las víctimas las convertía en prostitutas, descritas por la policía como de "moral dudosa". ¿Qué era una "moral dudosa"?: salir de noche a beber, ir al pub sin su marido, tener un historial de enfermedades mentales o tener una relación con un jamaicano (si no eres jamaicana).
En esa época, grupos de mujeres manifestaban su cólera porque les dijeron que tenían que ser especialmente cuidadosas cuando salieran de noche, o incluso que no salieran, cuando no eran ellas las que estaban causando violaciones y asesinatos (...). Un día, a las chicas nos dijeron que dejáramos de ir a clase caminando, y que cogiéramos el autobús, y nunca solas. A los chicos no les dieron ninguna instrucción. Todas las chicas, en todas partes, tenían que tener cuidado porque El Destripador había matado a otra joven.
La dedicación de la policía a la fantasía del Destripador obstaculizó la persecución del asesino. Pese a entrevistarle en nueve ocasiones, desecharon la posibilidad de culpar al que luego se descubrió como asesino: Peter Sutcliffe. El posterior juicio puso en cuestión la credibilidad de los medios, la policía, la ley y la profesión médica.
Trece mujeres perdieron la vida a manos de un hombre cuando yo era pequeña. No hay ningún memorial para ellas. Existen solo en el recuerdo de sus seres queridos. O como fotos policiales borrosas y páginas web hechas por personas fascinadas por el hombre que las mató.
Lo que diferenció este caso respecto a otros anteriores, según la historiadora Judith R. Walkowitz, fue el nivel de respuesta pública y organizada de las mujeres ante los asesinatos y el tratamiento en la prensa. Organizaron patrullas femeninas contra el peligro y un grupo de derechos de las prostitutas protestó en el juicio. "Arrojarles el toque de queda a los hombres", pidieron centenares de mujeres durante una manifestación por el centro de la ciudad de Leeds.
Las mujeres no sólo reclamaron su derecho al espacio público; además intentaron recuperar los términos de la discusión. Feministas de todo tipo se unieron en la negativa a aceptar el carácter de la mujer como víctima pasiva y en la denuncia de los prejuicios sexuales presentes en los procedimientos policiales, los testimonios periciales y el tratamiento periodístico de los asesinatos y el juicio. Las intervenciones feministas en la prensa diaria generaron un debate animado, apasionado e importante sobre la violencia sexual en la prensa nacional. (Ẃalkowitz, 1992 : 449)
La campaña para atrapar al Destripador de Yorkshire, organizada por la policía, destacaba el aspecto y hábitos normales del asesino:
"Llamo a todos los miembros del público, especialmente las mujeres -anunció el jefe de policía de Leeds-, a que piensen cuidadosamente en todos los hombres con los que tienen contacto habitual, incluyendo aquellos con los que puedan estar casadas o tener un nexo familiar, y se pregunten: ¿podría ser ése el hombre que buscamos?" Las feministas se quejaron de que, aunque la policía decía a las mujeres que desconfiaran de todos los hombres, al mismo tiempo les recomendaba que se hicieran acompañar de hombres para salir de noche. La policía "nos dice que nos quedemos en casa, pasivas y asustadas, dependiendo de los hombres para que nos protejan... Sin embargo, saben lo que les ocurre a las mujeres en casa, a manos de los hombres con los que viven; y nunca hacen nada sobre ello" (Walkowitz, 1992 : 455).
La autora de esta novela gráfica reflexiona también sobre la desigualdad entre hombres y mujeres respecto a la vivencia y expresión pública de su sexualidad:
A los
chicos se les exigía que estuvieran orgullosos de ser sexuales (...).
(Sin embargo) una guarra era lo peor que podía ser una chica... Una vez
que te habían marcado, nada de lo que hicieras o dijeras podía
cambiarlo. Había otra guarra en mi escuela, había oído a algunas chicas
gritárselo en el pasillo. Nunca llegué a hablar de eso con ella, pero me
parecía preciosa.
Una propone en su relato algunas soluciones: "(...) Reducir el nivel de violencia masculina al de la femenina sería una notable mejoría". "Las parejas sexuales tienen que asegurarse de que el consentimiento es libre y completo con una pareja que es capaz de consentir", "la intimidad debe entregarse libremente, nadie la puede tomar o coaccionar".
¿Qué es lo que sabemos?, se pregunta Una: que la violencia contra las mujeres no es rara, que la mayoría de las víctimas nunca la revelan y no informan, que la mayoría son atacadas por alguien a quien conocen.
Para saber más:
Judith R. Walkowitz, "Epílogo: El destripador de Yorkshire", en
La ciudad de las pasiones terribles, Cátedra Feminismos, Madrid, 1992.