jueves, 17 de febrero de 2022

Mary Wollstonecraft, "Vindicación de los derechos de la mujer" (1792)

Os dejo con la reseña crítica que la alumna Mar Vázquez ha realizado del libro "Vindicación de los derechos de la mujer", de la escritora Mary Wollstonecraft. Esperamos que esta reseña os anime a leer este libro pionero del feminismo. Podéis pedirlo en préstamo en nuestra biblioteca.

 Mary Wollstonecraft, Vindicación de los derechos de la mujer, Debate, Madrid, 1998, 222 pp.

Vindicación de los derechos de la mujer (1792) es un texto fundacional en la defensa de los derechos de la mujer, que refleja los conflictos y las contradicciones de su época, en el marco de la Ilustración y el primer liberalismo. Estos conflictos aparecen en el libro reflejados en aspectos como la separación de las esferas pública y privada (que definían las identidades sociales masculina y femenina) o en el puritanismo de muchas de sus reflexiones (en contraste con el “escándalo moral” que la vida de la autora provocó en la sociedad victoriana de su tiempo). Así, su crítica a la doble moral en materia sexual le lleva en ocasiones a defender la virtud de la castidad y a criticar el “sentimentalismo” amoroso como fuente de debilidad, de dependencia femenina; su búsqueda de un espacio propio se mezcla en ocasiones con la idealización de lo masculino; su defensa de la educación de las mujeres se justifica por su papel de esposas y madres, de agentes moralizadores que cumplirán mejor su “deber” si conocen las razones para su obediencia.

En la Introducción del libro, Mary Wollstonecraft defiende tratar a las mujeres como seres racionales en lugar de mantenerlas en estado de subordinación, de “infancia perpetua”. Señala que las mujeres de su época “sólo desean fervientemente inspirar amor, cuando debieran abrigar una ambición más noble y exigir respeto por su capacidad y sus virtudes” (p. 48). “¿Por qué mantener a las mujeres en la ignorancia, “bajo el nombre engañoso de inocencia”? (p. 62). Wollstonecraft se rebela contra la idea de que “el hombre fue creado para la razón y la mujer para el sentimiento”. La ignorancia, sostiene la autora inglesa, “es una base muy frágil para la virtud” (p. 90). En este sentido, intenta asentar en la reflexión, alejando su carácter sexual, virtudes como “la modestia” o “la buena reputación” (capítulos VII y VIII): “(…) La modestia, al ser hija de la razón, no puede cohabitar mucho tiempo con una sensibilidad no atemperada por la reflexión” (p. 146). Asimismo, en los capítulos IX y X, se advierte de los perjuicios que las “distinciones innaturales” entre hombres y mujeres pueden acarrear a la sociedad: “Debe establecerse una mayor igualdad en la sociedad o la moralidad nunca se asentará con firmeza… En vano debemos esperar virtud de las mujeres hasta que no sean independientes de los hombres en cierto grado” (p. 158). También el juicio e independencia mental de las madres, necesarios para la crianza de los hijos, puede permitir que el afecto y la obediencia de los hijos esté basado en “la adhesión a la razón”, y no en el “carácter caprichoso” de los afectos que residen solamente en el corazón (p. 180).

Vindicación de los derechos de la mujer, por encima de su a veces descuidado estilo y estructura, parece estar escrito “en defensa propia”, en un intento por buscar una explicación social a las experiencias de su autora, a su búsqueda de independencia, a su deseo de colocar el problema de la mujer en el centro del debate público (político). En este último sentido, Mary Wollstonecraft fue más fiel que sus coetáneos ilustrados, como J. J. Rousseau (con el que polemiza con frecuencia en el libro) a la obligación de someter al propio juicio todas las convenciones y desigualdades sociales heredadas. Y ello lo hace, sostiene la autora, buscando la argumentación más que deslumbrar al lector/a con la elegancia o el estilo de su lenguaje. En el largo debate que Wollstonecraft mantiene con Rousseau, la autora critica el “estado de naturaleza” de este último, y defiende que la utopía social no queda atrás, sino que mira hacia el futuro.

En ocasiones, este libro parece un tratado de educación. Así parece que fue percibido cuando fue publicado. Su autora defiende en muchas ocasiones que la educación es el primer paso vital para alcanzar la igualdad de género. Pero una educación que no sea para la obediencia, para ser amada, sino para aspirar al respeto. Es precisamente en este apartado de la educación en el que más crítica es con el filósofo ginebrino. El personaje de Sofía del “Emilio” es, según Wollstonecraft, un personaje “enormemente artificial” (p. 63), educada “para agradar al hombre y someterse a él” (cap. V). En el capítulo IV, titulado “Observaciones sobre el estado de degradación en el que se encuentra reducida la mujer por causas diversas”, responde con ingenio a las opiniones de Rousseau: “Educad a las mujeres como a los hombres, dice Rousseau, y de ese modo, cuanto más se nos parezcan, menos poder tendrán sobre nosotros. Ese es exactamente el objetivo que yo propongo. No deseo que tengan poder sobre los hombres, sino sobre sí mismas” (p. 89).

Es interesante también el capítulo XII, titulado “Sobre la educación nacional”, en el que en línea con los proyectos ilustrados de su época, señala a la educación como “una gran preocupación nacional” (a la vez que se muestra preocupada por los peligros para la moralidad de la infancia de las escuelas, especialmente de los internados). Wollstonecraft propone establecer escuelas estatales diurnas “en las que niñas y niños se educaran juntos” (y donde también convivan ricos y pobres), aunque a partir de los 9 años se separarían para recibir una formación adecuada a su “destino”.

Por otro lado, el individualismo de su liberalismo radical le hace insistir más en la búsqueda de la independencia, de educación y desarrollo individual de las mujeres, que de la igualdad (lo que quizás le impide trazar vías de acción colectiva). También parece caer en ocasiones en la defensa de una “naturaleza femenina” (que conecta por ejemplo con la maternidad), discutible desde posiciones feministas actuales. Su atención especial a las clases medias, y sus valores (que considera más “naturales” que los falsos refinamientos de la nobleza), le lleva a destacar la valía individual y el mérito en el influjo moral y social de las mujeres. No obstante, compara las críticas de su época a la educación de las mujeres con las que recibía también la instrucción de los pobres.

Mary Woolstonecraft menciona también en este libro una segunda parte, donde trataría las leyes concernientes a la mujer (p. 162), pero su temprana muerte no le permitió comenzar este proyecto.


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