Ana de Miguel, Ética para Celia. Contra la doble verdad, Penguin, Barcelona, 2021.
El subtítulo de este libro destaca quizás su intención principal, la de denunciar la doble verdad, que tanto en la ética, como en la filosofía en general, "ha instaurado y legitimado un sentido de la vida distinto, a menudo opuesto, para los hombres y para las mujeres, unas normas de lo valioso y lo bueno para las chicas, y otras para los chicos". Esta doble verdad, como señala la filósofa Ana de Miguel, "corrompe desde los cimientos un comportamiento que podemos llamar, en verdad, "moral", animado por la universalidad".
Las mujeres nunca habrían sido, en este sentido, sujetos morales, pues el sentido de la vida en ellas no sería electivo, sino que "viene dado de serie": "el mandato de cuidar y ser el sostén del proyecto de los que os rodean".
La autora hace un repaso a través de la historia de la filosofía a la construcción de esa doble verdad. Desde la mitología griega a la filosofía y el pensamiento científico contemporáneo. Denuncia el androcentrismo dominante en todo este recorrido histórico, así como a los que lo justifican con el argumento de que "en aquella época era imposible pensar de otro modo". Como señala Ana de Miguel, "la filosofía es justamente pensar de otro modo, interrogar la realidad, moverlo todo". Y esto último es precisamente lo que lleva haciendo el feminismo mucho tiempo, "moverlo todo", a pesar de las dificultades todavía existentes para muchas mujeres para compaginar la esfera privada y la pública, para alcanzar "las condiciones de la vida buena". Para ello, Ana de Miguel defiende priorizar la búsqueda de sentido frente a la búsqueda de felicidad, criticando los actuales discursos sobre la happycracia y el pensamiento positivo:
"La vida no es solo cuestión de actitud... Es cuestión de una estructura social injusta y hay que organizarse para cambiarla... El relato de una vida con sentido ha sido sustituido por el falaz discurso del persigue tus sueños y el be happy".
Y para la búsqueda de ese sentido, propone preocuparse por las condiciones objetivas que permitan tener una vida buena, "por la autonomía y el trabajo, por el reconocimiento y las relaciones, por la interdependencia". Estas cuestiones se van desarrollando en los siguientes capítulos del libro, en los que se denuncia la degradación que sufren estas condiciones objetivas -especialmente entre las jóvenes- en el neoliberalismo actual; y para ello se detiene en espacios como la familia, la amistad o el amor de pareja (con sus luces y sus sombras). Especial atención dedica a la sexualidad, a la que, denuncia la autora, algunos intentan situar fuera del debate moral, como si en ella no tuviera lugar relaciones de dominación y una doble moral sexual, según el género. En esa estrategia de la doble verdad, Ana de Miguel analiza el papel de la pornografía, la prostitución y las violaciones, que suponen la destrucción moral del "ponte en su lugar", y en las cuales se aniquila el papel del sexo como reconocimiento; un reconocimiento que pasa por el respeto al cuerpo de otro ser humano, por establecimiento de "límites al poder de algunos a acceder al cuerpo de otros".
Frente a esa doble verdad, la autora rechaza estrategias actuales como el fomento de la resiliencia (capacidad para adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos), y propone recuperar el carácter:
"No puede ser lo mismo encajar un golpe del destino que encajar una injusticia en el trabajo asalariado. El golpe se encaja y la injusticia se denuncia... No se combate con pensamientos positivos".
Por ello, Ana de Miguel defiende en el Epílogo del libro el papel de la política como "instrumento para combatir las estructuras que permiten poner fin a la doble verdad", a esa guerra contra las mujeres, "la más larga de la historia".