"Educar para la felicidad" es el título de uno de los capítulos del libro Happycracia. Cómo la ciencia y la industria de la felicidad controlan nuestras vidas (Paidós, 2019. Disponible para préstamo en el departamento de Filosofía), del psicólogo Edgar Cabanas y la socióloga Eva Illouz. Los autores denuncian en este ensayo crítico que "detrás del estudio de la felicidad y sus traducciones políticas, económicas y sociales hay una agenda política y una orientación cultural muy concreta". En este nuevo estadio del capitalismo, según los autores, se ha producido "un desmoronamiento general de la dimensión social en aras de la dimensión psicológica". Por ello, la felicidad -frente a otros valores como la justicia o la solidaridad- ha adquirido un papel tan preponderante en nuestras sociedades neoliberales actuales, pues está intrínsecamente ligada a los valores individualistas. La felicidad "se ha mostrado especialmente útil para reavivar, legitimar y reinstitucionalizar el individualismo en términos aparentemente no ideológicos gracias a su discurso científico". La nueva "ciencia de la felicidad" minimiza, cuando no ignora, el papel de las circunstancias sociales en su fórmula de la felicidad. Apoya la idea de que sólo hay deficiencias psicológicas individuales, no problemas estructurales; que no existe la sociedad sino los individuos. Gobiernos como los Emiratos Árabes crearon un Ministerio de la Felicidad, se han desarrollado aplicaciones como Happify y hasta existe un Instituto Coca-Cola de la Felicidad. Promueven un nuevo tipo de individuo "resiliente" (capaz de adaptarse y convertir la adversidad en una oportunidad para crecer personalmente), "optimista", "emprendedor" y "empoderado" (en una cultura de la responsabilidad individual que debilita la de la solidaridad o el apoyo mutuo). La "autenticidad" (el repetido eslogan de "Sé tú mismo") es otro de los componentes esenciales de la persona feliz, en un constante monitoreo del "mundo interior" que, más que descubrirlo, lo que hace es prescribirlo en torno a ciertas asunciones ideológicas acerca de lo que supone debe ser un individuo feliz. Se trata, en muchas ocasiones, de descubrir (y vender) lo que tienes de diferente, de "auténtico", cultivando "la mejor versión de ti mismo" (practicando ejercicios en busca de Tu mejor yo posible), convirtiéndonos en "hipocondríacos emocionales", en "atletas de alto rendimiento de la felicidad" en un insaciable mercado de consumo emocional.
En el campo de la educación, Cabanas e Illouz denuncian el "giro terapéutico de la educación", apoyado en políticas públicas y privadas que venden "una falsa retórica del empoderamiento", provocando en sus víctimas "un círculo vicioso de ansiedad y de dependencia psicoterapéutica", al promover expectativas y análisis poco realistas sobre ellas mismas. La felicidad se ha convertido en una mercancía que también ha llegado a las aulas, a través de programas educativos, servicios de coaching, mindfulness o terapias positivas. Las pruebas a favor de estos programas, como critican Cabanas e Illouz, son simplemente "satisfactorias", en lugar de sólidas y robustas. Por ello, señalan "la necesidad de tener evidencias sólidas antes de hacer recomendaciones sobre políticas públicas y educativas".
Esta floreciente industria de la felicidad se basa en un marco muy reduccionista (asocial y ahistórico) de las emociones. Un marco que niega la vinculación de éstas a las relaciones de poder, patrones de consumo y valores morales; que excluye de su comprensión los significados sociales y culturales (raciales, de género y de clase) que las condicionan; que establece juicios a priori sobre la funcionalidad o disfuncionalidad de las emociones (calificándolas de "positivas" o "negativas").
Ali Rattansi, Racismo. Una breve introducción, Alianza Editorial, Madrid, 2021, 274 pp. Disponible en nuestra biblioteca.
En
el siglo XVIII, el naturalista sueco Carl Linneo propuso una
clasificación de los humanos en cuatro grupos: americanus (rojo,
colérico y erecto), europaeus (blanco y musculoso), asiaticus (amarillo,
melancólico e inflexible) y afer (negro, flemático e indulgente).
Linneo intentaba así establecer conexiones entre apariencia y
temperamento. Dos filósofos destacados del mismo siglo "ilustrado", Kant
y Hume, evaluaban la capacidad intelectual y moral de los diferentes
pueblos clasificados a partir del color de la piel. En esa época el
desarrollo del tráfico de esclavos impulsó las doctrinas sobre la raza,
que permitían justificar la esclavitud. Se estima que al menos doce
millones de africanos fueron esclavizados por los comerciantes
europeos.
Cartel de propaganda racista.
En
el siglo XIX el racismo científico de autores como Robert Knox o el
conde de Gobineau fusionaba la raza con la clase y con el género
femenino, impulsivos y emocionales frente al control racional del hombre
blanco. También la idea de nación tuvo un papel decisivo en los
orígenes y desarrollo del pensamiento racial.
"En 1914 las
potencias europeas dominaban el 85% del planeta en forma de posesiones
de una u otra clase". La ciencia, a través del darwinismo social y el
movimiento eugenésico reforzaron la creencia de que la raza era la
división humana fundamental. Si el darwinismo social de autores como el
sociólogo H. Spencer defendían la mayor aptitud de las razas blancas (y
con ello la necesidad de que gobernaran a las más oscuras e inferiores),
el eugenismo pretendía determinar los diferentes grados de inteligencia
de las poblaciones humanas, aunque sin un método claro para entender y
evaluar dicha inteligencia (Galton, 1869). También alertaban de un
proceso de degeneración nacional por el mayor ritmo de reproducción de
las clases menos inteligentes. El movimiento eugenésico nazi para una
"higiene racial" apoyaba mejorar el patrimonio genético alemán a través
de la reproducción selectiva, que pronto se puso al servicio del
genocida proyecto antisemita nazi.
Anuncio racista de jabón.
Tras
el Holocausto y el fin de la II Guerra Mundial, la recién creada UNESCO
publicó una declaración que cuestionaba la credibilidad del racismo
científico, que ya había empezado a ser cuestionado desde la
antropología cultural (Franz Boas, Ruth Benedict) y las ciencias
naturales (que en los años 70 y 80 acabarían demostrando que "el
concepto de raza no tiene ninguna base genética o científica".
De
hecho, ahora sabemos que todos los humanos descienden de una población
original en África, donde se encuentra la mayor variación genética. La
descodificación del genoma humano ha mostrado hasta qué punto es
importante la mezcla de poblaciones en el pasado, "de modo que los
habitantes que hacen reivindicaciones nativistas dentro de un territorio
particular rara vez han sido los pobladores primeros u originales, cosa
que compromete íntegramente estos relatos nativistas". Todos somos
producto de múltiples migraciones y mezclas.
No
obstante, se plantea Ali Rattansi, ¿se puede hablar de un nuevo
"racismo cultural" o religioso sin referencias biológicas? El problema
es que las demarcaciones culturales con frecuencia se trazan "de una
forma que las naturaliza, al implicar que son más o menos inmutables".
El concepto de racialización entiende al racismo como un proceso en el
que "en diferentes momentos y lugares se ponen en juego diversos
elementos que van en contra de unos grupos". La islamofobia conllevaría
así fuertes connotaciones raciales. La racialización se entremezcla con
otras formas de identidad, que incluye -junto a la clase y el género-
también la edad, la discapacidad o la ciudadanía. Rattansi denuncia el
"racismo daltónico" que sostiene que no existe un racismo institucional o
estructural en nuestras sociedades, y que por lo tanto las
desigualdades se deben atribuir a defectos individuales. El racismo
sería de este modo un "prejuicio" individual y ahistórico, frente al
cual bastaría con desarrollar programas de concienciación sobre
diversidad que los contrarresten.
Existe,
según Rattansi, la posibilidad de que "la actual normalización de la
xenofobia, el "nativismo", el nacionalpopulismo y el racismo en las
sociedades dominadas por los blancos se combine con el autoritarismo
para formar una "nueva normalidad" que afiance y amplíe aún más el
alcance del racismo".
José Mª Muñoz Fernández, "Sepultura para dos infantes", 2021, 501 pp.
"La ceremonia funeraria fue poco generosa con Annie. Ahora estaba muerta y eso ya no interesaba a los vivos. Tan solo unas breves palabras se oyeron en su honor. El padre Bartomey, párroco de la pedanía, no pronunció el bonito sermón con el que solía adornar el escalofriante momento. El señor Peterson, eterno aspirante a poeta pese a su avanzada edad, no removió los sufridos corazones de los aldeanos con sus estrofas de métrica matemática con las que tenía costumbre agasajar a los asistentes. La señora Mary Hilton, herbolaria del lugar, solo abrió sus labios para vomitar una frase ridícula y a todas luces inapropiada. Ni tan siquiera la señorita Catherine, la joven bibliotecaria del pueblo, pudo decir aquel comentario digno de una historia tan importante. A decir verdad, el sepelio se desarrolló con una execrable vulgaridad".
Esta apasionante novela, donde se mezcla lo detectivesco, lo gótico y el humor, arranca con el descubrimiento del cadáver de una extraña mujer, ahogada en un estanque a las afueras de la aldea. Este acontecimiento despierta el interés de un joven que intentará resolver la causa de su muerte con la ayuda de un taxidermista que arrastra un oscuro pasado, algo que comparte con otros bien caracterizados personajes que veremos aparecer en la novela. En su intento por resolver el misterio que rodea a esa muerte, el protagonista se verá envuelto en una serie de trágicos sucesos.
Destaca en esta novela la preocupación por el estilo, el cuidado de la expresión, combinado con una cuidada observación y descripción de los acontecimientos y escenarios. Los personajes se mueven en una extraña aldea por la que nos conducen a través de su cementerio, un bosque encantado, la hospedería, la Mansión de las Gárgolas... El suspense de la narración se acompaña con momentos de reflexión que dan profundidad y muestran la perplejidad de los protagonistas (también del lector) ante un misterio que se va haciendo cada vez más ominoso. También resalta la habilidad del autor para la difícil tarea de introducir la oralidad en el relato escrito: los diálogos conducen con viveza la acción y muestran las complejas emociones que provocan los hechos en los personajes.
Como si fuera una novela de aprendizaje o de formación, el joven protagonista va introduciéndose en un mundo adulto, en una aldea, una comunidad en la que la soledad, los secretos de unas existencias trágicas, sin consuelo, acaban manifestándose en la muerte de los que viven en sus márgenes, en el horror del descubrimiento de su sufrimiento y su final. Aunque también hay humor, ironía y amistad en ese proceso de aprendizaje. Humor que se refleja en la pareja de policías de la aldea que, como en el clásico relato detectivesco, no parecen enterarse de nada. Como en el relato clásico, se enfrenta así la investigación burocrática policial con la imaginativa y vivencial pesquisa del detective (profesional o aficionado), a lo que se añade en este relato la pertenencia del investigador a la comunidad afectada por la tragedia, su mayor implicación emocional, su descubrimiento de los fantasmas de un pasado que todavía marca la vida de los adultos de su aldea. En un marco gótico-detectivesco, esta novela también creo que refleja la necesidad de enfrentar, en el aprendizaje hacia la vida adulta, el descubrimiento de los "demonios familiares" o colectivos con los que debemos ir confrontando nuestro destino.
Disponible pronto en la biblioteca de nuestro Centro y en Amazon.
El 29 de enero de 2008 murió el joven filósofo y activista Paco Vidarte. Su último ensayo, titulado Ética Marica (Egales, 207),
es una incitación al activismo contra las formas de desprecio que
sufren las minorías sexuales, una búsqueda de valores innovadores y
contra-normativos en la línea de los movimientos de liberación sexual y Queer. El libro está disponible en la biblioteca de nuestro Instituto.
"Si
algo así como una Ética LGTBQ es pensable y deseable, ha de partir del
hecho de que la lucha contra la homofobia no puede darse aisladamente
haciendo abstracción del resto de injusticias sociales y de
discriminaciones, sino que la lucha contra la homofobia sólo es posible y
realmente eficaz dentro de una constelación de luchas conjuntas
solidarias en contra de cualquier forma de opresión, marginación,
persecución y discriminación. Repito. No por caridad. No porque se nos
exija ser más buena gente que nadie. No porque tengamos que ser
Supermaricas. Sino porque la homofobia, como forma sistémica de
opresión, forma un entramado muy tupido con el resto de formas de
opresión, está imbricado con ellas, articulado con ellas de tal modo
que, si tiras de un extremo, el nudo se aprieta por el otro, y si
aflojas un cabo, tensas otro. Si una mujer es maltratada, ello repercute
en la homofobia de la sociedad. Si una marica es apedreada, ello
repercute en el racismo de la sociedad. Si un obrero es explotado por su
patrón, ello repercute en la misoginia de la sociedad. Si un negro es
agredido por unos nazis, ello repercute en la transfobia de la sociedad.
Si un niño es bautizado, ello repercute en la lesbofobia de la sociedad”. Paco Vidarte, Ética Marica, Egales, Madrid 2007, p. 169
El proyecto inicial de este libro era escolar, un manual para las aulas
de la ESO. Pero acabó convirtiéndose en otra cosa, en un intento por
provocar un “chispazo” que interrumpiera la decadencia de un movimiento
emancipatorio complejo pero imprescindible, el de lesbianas, gays,
transexuales, bisexuales y queers
(LGTBQ). Tras la criminal represión franquista y las difíciles luchas y
las renuncias durante la Transición, los recientes avances
legislativos se han utilizado como elemento de desmovilización política.
Desmovilización y aceptación resignada o agradecida de una política que
-como señalaba Paco Vidarte- desde el paternalismo o el argumento del
miedo, “anda calculando lo que la sociedad está dispuesta y preparada
para aguantar, soportar, albergar y recibir en lo referente a derechos y
libertades”. Una política que gestiona nuestros derechos, “para que de
aquí a cien años se produzca una cierta nivelación”, exigiendo además
gratitud y reconocimiento cuando todavía sigue manteniendo las
situaciones de opresión objetivas, cuando siguen legitimando los
intocables privilegios legales de las mayorías oligárquicas, sexuales,
religiosas.
En nuestra sociedad, y en nuestras aulas -lo siguen
mostrando las encuestas y estudios-, no existe esa “normalidad” o
equiparación de derechos de las distintas formas de orientación sexual o
de deseo. Como ha sucedido en el campo del feminismo y la igualdad de
género, se da por superada una lucha y una movilización que no ha hecho
sino empezar, y que debe enfrentarse a “caraperro” para conquistar la
posibilidad de vivir el propio cuerpo, el propio deseo. Sin pedir
permiso, sin hacerse “aceptable”, sin temor a hacerse muy visible y
molesto a la moral homofóbica, patriarcal y familiarista todavía
dominante en nuestra sociedad. Como indicaba Vidarte, nuestro código de valores, todo lo que hacemos y
pensamos, “siempre lo medimos a la luz de planteamientos y propuestas
éticas heteronormativas, procedentes de ámbitos tan homófobos como la iglesia, la filosofía, la escuela, la política, el cine...”. Por ello es
necesaria una Ética marica: una Ética alternativa de minorías frente a
las éticas pretendidamente universalistas que encubren, en muchas
ocasiones, los intereses de la mayoría dominante. “Una Ética
emancipadora que obedezca a los intereses de una minoría oprimida,
contra la monolítica representación de unos intereses comunes en los que
unos pocos ya no nos reconocemos”. “Una Ética hecha por nosotros y para
nosotros, autónoma y no deudora de valores, situaciones y contextos que
no son nuestros”. Una Ética que recupere “la solidaridad de los
oprimidos, discriminados y perseguidos”. Y aquí, convendría recordar
que “todos somos a la vez marginados y opresores. Y ese es el núcleo del
poder y la fuerza del sistema”. Además, la solidaridad no es una
cuestión de “buena conciencia”, sino que es “una actividad sistémica,
desestabilizadora y de conflicto”. ”Se acabó el buen rollo”, proclamaba
Vidarte, se acabó “callarse y agachar la cabeza, pasar desapercibidos y
desocupar la escena social”. Una Ética marica debe recoger la diversidad del movimiento LGTBQ, debe
permitir e impulsar a actuar, a reaccionar, a convertirnos en sujetos
políticos. Actuar, afirmaba provocativamente Vidarte, sin pensar, “como
pollos sin cabeza”, para evitar a los que siempre piden que seamos
“razonables y prudentes”; a los que identifican razón con honestidad,
verdad y coherencia, “cuando el pensamiento heterosexista nos obliga a
la mentira, la incongruencia, la contradicción para mantenernos a
flote”. Una invitación a actuar que expresaba así Vidarte: “Bate las
alas antes de saber qué narices te ha crecido en la espalda, antes de
saber qué es volar y si hay una relación entre el tener alas y volar”.
Nota: Homografías y Extravíos son dos de las obras más populares de Paco Vidarte, escritas en colaboración con Ricardo Llamas.
Ana de Miguel, Ética para Celia. Contra la doble verdad, Penguin, Barcelona, 2021.
El
subtítulo de este libro destaca quizás su intención principal, la de
denunciar la doble verdad, que tanto en la ética, como en la filosofía
en general, "ha instaurado y legitimado un sentido de la vida distinto, a
menudo opuesto, para los hombres y para las mujeres, unas normas de lo
valioso y lo bueno para las chicas, y otras para los chicos". Esta doble
verdad, como señala la filósofa Ana de Miguel, "corrompe desde los
cimientos un comportamiento que podemos llamar, en verdad, "moral",
animado por la universalidad".
Las
mujeres nunca habrían sido, en este sentido, sujetos morales, pues el
sentido de la vida en ellas no sería electivo, sino que "viene dado de
serie": "el mandato de cuidar y ser el sostén del proyecto de los que os
rodean".
La
autora hace un repaso a través de la historia de la filosofía a la
construcción de esa doble verdad. Desde la mitología griega a la
filosofía y el pensamiento científico contemporáneo. Denuncia el
androcentrismo dominante en todo este recorrido histórico, así como a
los que lo justifican con el argumento de que "en aquella época era
imposible pensar de otro modo". Como señala Ana de Miguel, "la filosofía
es justamente pensar de otro modo, interrogar la realidad,
moverlo todo". Y esto último es precisamente lo que lleva haciendo el
feminismo mucho tiempo, "moverlo todo", a pesar de las dificultades
todavía existentes para muchas mujeres para compaginar la esfera privada
y la pública, para alcanzar "las condiciones de la vida buena". Para
ello, Ana de Miguel defiende priorizar la búsqueda de sentido frente a
la búsqueda de felicidad, criticando los actuales discursos sobre la happycracia
y el pensamiento positivo:
"La vida no es solo cuestión de actitud...
Es cuestión de una estructura social injusta y hay que organizarse para
cambiarla... El relato de una vida con sentido ha sido sustituido por el
falaz discurso del persigue tus sueños y el be happy".
Y
para la búsqueda de ese sentido, propone preocuparse por las condiciones
objetivas que permitan tener una vida buena, "por la autonomía y el
trabajo, por el reconocimiento y las relaciones, por la
interdependencia". Estas cuestiones se van desarrollando en los siguientes
capítulos del libro, en los que se denuncia la degradación que sufren
estas condiciones objetivas -especialmente entre las jóvenes- en el
neoliberalismo actual; y para ello se detiene en espacios como la familia, la
amistad o el amor de pareja (con sus luces y sus sombras). Especial
atención dedica a la sexualidad, a la que, denuncia la autora, algunos
intentan situar fuera del debate moral, como si en ella no tuviera lugar
relaciones de dominación y una doble moral sexual, según el género. En
esa estrategia de la doble verdad, Ana de Miguel analiza el papel de la
pornografía, la prostitución y las violaciones, que suponen la
destrucción moral del "ponte en su lugar", y en las cuales se aniquila
el papel del sexo como reconocimiento; un reconocimiento que pasa por el respeto al cuerpo
de otro ser humano, por establecimiento de "límites al poder de algunos
a acceder al cuerpo de otros".
Frente a esa doble verdad, la autora rechaza estrategias actuales como el fomento de la resiliencia (capacidad para adaptarse a las situaciones adversas con resultados positivos),
y propone recuperar el carácter:
"No puede ser lo mismo encajar un
golpe del destino que encajar una injusticia en el trabajo asalariado.
El golpe se encaja y la injusticia se denuncia... No se combate con
pensamientos positivos".
Por ello, Ana de Miguel defiende en el Epílogo
del libro el papel de la política como "instrumento para combatir las
estructuras que permiten poner fin a la doble verdad", a esa guerra
contra las mujeres, "la más larga de la historia".
Una reciente adquisición de nuestra biblioteca es el nuevo libro de aforismos de nuestro antiguo compañero Florencio Luque. Se titula "Caja de cromos" y está editado por Cypress Cultura (2021). La portada de la ilustración, que podéis ver a la izquierda de estas líneas, es la reproducción de un lienzo original del autor (un oficio que también practica).
El libro se divide en cuatro secciones que, según se nos indica en la contraportada, prolongan temáticas ya aparecidas en otras obras del autor: los sueños, los secretos, los disfraces, los esbozos y los retratos. Temáticas que parecen reflejar la fragilidad de la identidad, del reflejo propio y de lo real:
El espejo hará que no te reconozcas.
La ausencia de referencias precisas con las que orientarnos, la permanente perplejidad, el carácter paradójico de la realidad:
El viaje más relevante se hace sin brújula.
Las sombras, el sueño, el silencio, lo velado, sin los que no tendría sentido lo que se manifiesta:
Sombra en todo como signo de la presencia de la luz.
La luz de los sueños no produce sombras.
Cuando las sombras caen sobre la alberca, se encienden las estrellas.
La reivindicación del cuerpo y la huella del tiempo, el rechazo de la vanidad, el reconocimiento en los desconocidos, la huida de la nostalgia:
¡Qué sería del espíritu sin carne que lo soñase!
Nunca nos hemos encontrado un espíritu sin cuerpo; lo contrario suele ser habitual.
Con el tiempo vamos aceptando que lo que teníamos que decir no era importante.
La plenitud que la vida reclama se desangra en los relojes.
La nostalgia nos envía postales de una ciudad que no existe.
A la vejez siempre se llega joven.
Existen varios ejemplares en la biblioteca para su préstamo. Disponemos también en nuestra biblioteca de algunas de sus obras anteriores, como su primera colección de aforismos "El gato y la madeja" (Karima, 2018) o sus libros de poesía "Lo que el tiempo nombra" (Ediciones En Huida, 2014) y "Ai(m)ée" (Karima, 2019).
Richard P. Feynman, El placer de descubrir, Crítica, Barcelona, 2004, 217 páginas. Traducción de Javier García Sanz.
"El placer de descubrir" es una recopilación de entrevistas, conferencias y artículos de uno de los grandes físicos del siglo pasado, el estadounidense y Premio Nobel, Richard P. Feynman. En las páginas de este libro nos cuenta, con humor e imaginación, muchos aspectos interesantes de su vida y de su actividad científica. Nos explica, por ejemplo, cómo participó en el Proyecto Manhattan para el desarrollo de la bomba atómica. Tras el “éxito” del proyecto, Feynman cayó en una especie de estado depresivo: “Realmente pensé que era absurdo hacer cualquier cosa porque todo sería destruido muy pronto” (21). Cuenta Feynman que, tras la explosión, “todo el mundo lo celebraba, todos corríamos de un lado a otro. Yo me senté en el capó de un jeep tocando un tambor y haciendo cosas por el estilo. Todos lo celebraban salvo una persona que yo recuerde. Era Bob Wilson, quien precisamente me había introducido en esto. Estaba sentado y abatido. Le dije: “¿Qué haces tan abatido?”. Dijo: “Es terrible lo que hemos hecho”. Recién terminada la guerra, Robert Wilson fue uno de los primeros impulsores y primer presidente de la Federación de Científicos Atómicos, cuyo objetivo era limitar la aplicación de la energía nuclear a fines civiles y pacíficos.
“Toda la ciencia -señala Feynman- se interrumpió durante la guerra, excepto lo poco que se hizo en Los Álamos. No tenía mucho de ciencia, era un montón de ingeniería” (54).
Feynman recuerda con frecuencia las enseñanzas de su padre, cómo le animaba a observar, a fijarse en las cosas: “Mirando un pájaro decía: ¿Sabes qué pájaro es ése? Es un tordo de garganta marrón; pero en portugués es un..., en italiano un..., etc. Ahora ya sabes qué nombre tiene ese pájaro en todos los idiomas que quieres”, decía, “pero cuando hayas acabado con eso no sabrás absolutamente nada sobre el pájaro. Sólo sabrás cómo llaman al pájaro los seres humanos de diferentes lugares. Ahora, concluía, “miremos al pájaro”. Sin embargo, como profesor, Feynman confesaba que no sabía cuál era la mejor forma de enseñar: “No sé cómo responder a esta cuestión de los diferentes tipos de mentes con diferentes tipos de intereses; no sé qué es lo que les engancha, lo que les hace interesarse, no sé cómo guiarles para que se interesen”. “Mi teoría es que la mejor forma de enseñar es no tener ninguna filosofía, ser caótico y mezclarlo todo, en el sentido de que uno utiliza todas las formas posibles de hacerlo” (28).
En otro lugar, en cambio, lamentando el entorno acientífico en el que vivimos (“¿por qué tenemos aún astrólogos?”, se pregunta), Feynman se queja de “esta lucha terrible por tratar de explicar cosas a gente que no tiene ninguna razón para querer saberlo”. La ciencia no tiene certezas, y la gente busca certezas: “Yo tengo respuestas aproximadas y creencias posibles y grados diferentes de certeza sobre cosas diferentes”. Esto le lleva a plantear el debate entre ciencia y religión: el científico no puede tener “ese conocimiento real de que existe un Dios; esa certeza absoluta que tienen las personas religiosas”. En este sentido, Feynman cree que “somos demasiado educados”: “Creo que deberíamos pedir a esa gente que traten por sí mismos de obtener una imagen coherente de su propio mundo”.
Respecto a la integridad del científico, su honestidad y transparencia, Feynman señala que el científico debe empezar con la duda y la incertidumbre: “Antes de empezar uno no debe saber la respuesta”; luego debe juzgar las evidencias, mantener cierta objetividad y no depender en última instancia de la autoridad. “Si construyen (los científicos) una teoría, por ejemplo, y la anuncian, o la hacen pública, entonces también deben señalar todos los hechos que no concuerdan con ella, tanto como los que concuerdan con ella... Hay que dar los detalles que pudieran arrojar dudas sobre su interpretación, si ustedes los conocen. Si saben que algo es completamente erróneo, o posiblemente erróneo, deben explicarlo del mejor modo posible”. Así, señala, en el campo del asesoramiento científico, la obligación de hacer públicos los informes negativos a los propósitos del gobierno o la empresa que encarga el informe, no sólo los que les sean positivos. También en el terreno de la publicidad, señala cómo “los anuncios, por ejemplo, son un caso de una descripción científicamente inmoral de los productos. Esta inmoralidad está tan extendida que uno se ha habituado a ella en la vida cotidiana y ya no la considera algo malo”.
Más polémicas son las ideas de Feynman respecto a la cientificidad de las ciencias sociales, que considera que se comportan como lo que denomina ciencia tipo "cultos cargo”: "Siguen todos los preceptos y formas aparentes de la investigación científica, pero les falta algo esencial, porque los aviones no aterrizan”. Los “cultos cargo” se desarrollaron en Melanesia y Nueva Zelanda tras la II Guerra Mundial. Acostumbrados los nativos a ver aterrizar durante la guerra aviones con montones de mercancías, pretendieron que continuara ocurriendo lo mismo. Así que se las arreglaron para construir cosas como pistas de aterrizaje, hacer hogueras a los lados de la pista, construir una cabaña como torre de control.., y esperar que aterrizaran los aviones. La forma era perfecta, pero no funcionaba, no aterrizaban aviones.
Un libro interesante y lleno de ideas sugerentes que nos dejan pensando, "rumiando", durante muchos días.
Con motivo del vigésimo quinto aniversario de la muerte de Richard
Feynman la BBC realizó un documental que profundiza en la vida
y la carrera de este físico extraordinario a través de sus
propias palabras y las de aquellos que mejor le conocieron: T